Una cita con Dua Lipa
- Juan Carlos Ramírez

- hace 3 días
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Por Juan Carlos Ramírez

Jueves, 20 de noviembre
La invitación llegó por correo electrónico. Un misterioso mensaje se colaba entre promociones de envío exprés de Amazon y recomendaciones de Spotify.
El asunto: “Me gustaría platicar contigo. -Dua”.
Abrí el mensaje mientras mi mente pensaba en qué cenaría esa noche. Horas antes había estado en la presentación de mi novela Limones, en una librería pequeña ubicada en la colonia San Rafael, de la Ciudad de México. Asistieron casi veinte personas —¡veinte!—, esto se considera un éxito rotundo en el mundo literario de bajo perfil.
Mi ego no cabía en mi departamento; me sentía como un Beatle en aquel show de Ed Sullivan en 1964. Tendría que cambiar de rumbos y hacer mis compras en un nuevo supermercado ante el inminente reconocimiento público que se me avecinaba. Ahora necesitaré disfrazarme para salir a la calle. La gente me interrumpirá en Tierra Garat para pedirme que les firme sus libros.
Regresando al tema del correo: comencé a leerlo sin entender mucho realmente. Había algo sobre ir a tomar un café y algo sobre lo divertido que le había parecido mi libro. Entonces mi gato brincó sobre mi escritorio y comenzó a ronronear mientras embarraba su cara sobre mi mano derecha. Lo acaricié y le pedí amablemente que me dejara continuar con lo mío, pero pareció no importarle. Estuvo haciendo eso durante varios minutos, hasta que se aburrió y se fue a otra habitación.
—Eres un cabrón —le grité, mientras lo veía alejarse como quien descubre que tenía algo más importante que hacer.
Los gatos son criaturas superiores. Ya lo dije. Solo quien tiene o ha tenido gatos sabe de lo que hablo. El propietario —por decirlo— de un gato sabe y entiende que no es su dueño; le agradece por no hacer absolutamente nada y es capaz de permanecer inmóvil, aunque esté en la postura más enigmática posible, con tal de no molestar a SU MAJESTAD.
Recuerdo que esa noche estaba escuchando el álbum The Virgin Suicides Redux de AIR, una nueva mezcla analógica realizada a partir de las cintas originales, que definitivamente suena muchísimo mejor que el material lanzado en el año 2000. Claro que, aunque auditivamente la calidad es superior, no es lo mismo solo escuchar la música que sentarse a mirar la película del mismo nombre.
Qué bien lo hizo Sofia Coppola. De verdad que qué bien lo hizo.
Llegó el momento decisivo; el más importante de la noche. Tenía dos opciones: cenar cereal con leche —pero lamentablemente se había terminado el que me gusta y únicamente quedaba de dieta— o prepararme un sándwich de pollo. Claro que también podía salir a comprar algo, pero vivo en un barrio peligroso y salir después de que se ha metido el sol no es algo que recomendaría a ningún vecino.
Tomé la sartén y comencé a asar un filete de pollo. Calenté los panes en el tostador y busqué cualquier cantidad de cosas en el refrigerador que pudiera colocarle en medio. No hubo mucho, de hecho, solo lo habitual: algunos jalapeños, aguacate, queso y mayonesa. Había jitomate también, pero no me convenció su textura y preferí ahorrarme la frustración de cortarlo y verlo deshacerse en mis manos.
Me senté en el sillón y encendí la televisión. Busqué un programa para mirarlo de reojo mientras cenaba y entonces recordé que alguien que se hacía pasar por Dua Lipa quería platicar conmigo. Tomé mi plato con mi sándwich mordido, un par de servilletas y me dirigí de vuelta a mi oficina.
No puede ser.
De verdad que no puede ser.
Respiré hondo y miré al techo durante un par de segundos que más bien me parecieron tres horas. Volví a leer.
“Hola, soy Dua Lipa y me ha gustado mucho tu libro ‘Limones’, lo he terminado de leer apenas hace unos días y quisiera saber si estás disponible para que tomemos un café y platiquemos sobre esto. Estaré en México dentro de una semana. Que tengas un lindo día”.
Me levanté, caminé hacia el baño y regresé. Repetí el proceso al menos 15 veces. Me senté nuevamente y leí una vez más.
“Hola, soy Dua Lipa y me ha gustado mucho tu libro ‘Limones’, lo he terminado de leer apenas hace unos días y quisiera saber si estás disponible para que tomemos un café y platiquemos sobre esto. Estaré en México dentro de una semana. Que tengas un lindo día”.
Una vez más:
“Hola, soy Dua Lipa y me ha gustado mucho tu libro ‘Limones’...”
La música de AIR se detuvo en mi cabeza. Sé que seguía sonando, pero no podía escuchar nada. Copié la dirección del remitente y la pegué en Google. Los resultados eran confusos, no había evidencia suficiente para pensar que el correo venía de quien se suponía.
En un segundo de lucidez, tomé mi teléfono y abrí Instagram. Algo dentro de mí me hizo pensar que si realmente el mensaje era real, habría algo en mi bandeja de entrada.
De verdad que no puede ser.
Ahí estaba su nombre, colado en mis mensajes directos, acompañado de una insignia de verificación. Revisé el perfil: Dua Lipa / 88 millones de seguidores / 7 seguidos.
“Hola, soy Dua Lipa y me ha gustado mucho tu libro ‘Limones’...”
Sábado, 29 de noviembre
La noche anterior me había desvelado leyendo artículos sobre el programa Artemis. Resulta que la NASA tiene planes de llevar nuevamente —o por primera vez, dependiendo de lo conspiranoico que sea usted— humanos a la Luna y establecer una presencia a largo plazo allí. Esto serviría como preámbulo a la primera misión tripulada a Marte, que está prevista para 2033.
Dicho de otra manera, Estados Unidos pretende utilizar la Luna como un "campo de pruebas" para desarrollar tecnologías que eventualmente le permitan enviar astronautas a Marte. Y dicho de otra manera también, es exactamente lo mismo que EE. UU. ha venido haciendo desde siempre, pero ahora a niveles galácticos. Es un buen momento para recordar al célebre Homero Simpson: “Pueden llegar a la Luna pero no pueden hacer que mis zapatos huelan bien”.
Una de mis teorías conspiranoicas favoritas es la que apunta a que Stanley Kubrick dirigió un falso montaje del alunizaje. Hay gente que piensa que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins nunca llegaron a la Luna y que, en vez de eso, el otrora director de 2001: A Space Odyssey, La naranja mecánica y El resplandor, entre otras, se metió a un estudio y coordinó un equipo de actores y escenógrafos para recrear una falsa llegada a nuestro satélite natural, que más tarde sería utilizada por el gobierno de los Estados Unidos para presumir su conquista espacial.
Pienso en esto mientras plancho una camisa para mi reunión de esta tarde. Elegí una blanca básicamente por dos razones: pulcritud y un inventario limitado. Debo salir a las 17:15 hrs para llegar a tiempo a mi cita. Decidí comer algo sustancial, pero ligero al mismo tiempo: filete de pescado asado salpimentado, acompañado de rodajas de papas con paprika y comino.
. . .
Llegué temprano al punto de encuentro, tomé una silla y me senté en una pequeña mesa a esperar a mi interlocutora. Ordené un café americano, aunque en realidad quería pedir un frappé de galleta. Me puse los audífonos y reproduje la primera canción que apareció: "Summer Breeze" de Seals and Crofts.
La belleza de esta canción aparece desde el primer acorde; no podría imaginar a alguien que la escuche y no conecte con ella al primer instante. No solo eso. El deleite incrementa cuando aparece la voz de Jim Seals, que te conduce al momento cumbre con Dash Crofts tomando el otro micrófono y acompañando en los coros:
“Summer breeze… Makes me feel fine… Blowing through the jasmine in my miiiiiiiiind…”
Para este punto me encontraba completamente relajado, tanto que había olvidado en dónde estaba y a qué había ido. Apenas recobraba la consciencia cuando unos dedos delgados y largos toquetearon mi hombro:
—Hola, ¿Juan Carlos? Soy Dua.
—Bien, gracias.
De un lado, sonrisa amable y llena de confianza que dejaba ver la dentadura perfectamente alineada. Del otro, una sonrisa ridícula y uno que otro tic en el párpado. Apuesto que jamás adivinarán quién es quién.
Después de preguntarme cómo estaba con el español más encantador que había escuchado, se acercó un mesero con libreta en mano a tomar su orden.
—¿Desea ordenar, señorita?
—¿Tienes frappé de galleta?
—Sí, claro. Se lo traigo enseguida. ¿Algo más?
—No por el momento. Gracias.
La plática avanzó como cuando te encuentras a tu amigo de toda la vida. Intercambio constante no solo de palabras, sino de ideas, de pensamientos y hasta consejos. Con silencios, pero que no son para nada incómodos y con risas naturalmente espontáneas.
A Dua le pareció bastante curioso que Isaac, el protagonista de Limones, tuviera la costumbre de regresar y jalar nuevamente la cerradura de su casa cuando salía a algún lado, para asegurarse de que había cerrado adecuadamente. Me preguntó si yo tenía algo de eso, porque ella hacía lo mismo.
—Lo hago todo el tiempo y la gente me mira raro —confesó.
Le dije que yo era exactamente igual y que unas horas antes había hecho lo propio en mi departamento.
Después de contarle cómo empezó mi gusto por escribir y contar historias ficticias, me reveló que elegiría mi novela para que fuera su recomendación mensual de SERVICE95 BOOK CLUB en enero del próximo año, un anuncio que me emocionó bastante, sobre todo porque ella parecía estar incluso más feliz que yo con la decisión.
Con una sencillez que me sorprendió me preguntó si estaba de acuerdo. ¿Cómo podría no estarlo? Le agradecí infinitamente el gesto.
—Hay dos cosas que quiero preguntarte—, dije.
—¿Sí?.
—¿Tienes un libro favorito?
—Bueno, tengo varios. Acabo de leer Los árboles (The Trees), de Percival Everett y me encantó. El autor parodia ingeniosamente todos los clichés habituales de la novela policiaca. Incluso hay zombis, solo por si acaso.
—No puedo creerlo. Lo buscaré.
—Absolutamente. Lo amé cada minuto. ¿Qué otra cosa querías preguntarme?
—Bueno, ¿será que puedas decirme qué covers vas a cantar?
—Te puedo dar una pista. Una de ellas es un bolero que me gusta mucho, además de que fue escrita por una mujer antes de haber recibido su primer beso. Hasta los Beatles la tocaron.
—¿"Bésame Mucho"?
—Ahí lo tienes, fue demasiado fácil.
—Es que me encantan los Beatles. Creo que ya no quiero saber las demás. Prefiero que sea sorpresa.
—Es lo mejor. Absolutamente.
La conversación duró aproximadamente dos horas y he de decir que durante ese lapso jamás sacó su teléfono. Me contó que está muy emocionada por cerrar su gira en México, porque somos uno de los mejores públicos del mundo. Sí, lo sé, fue cortesía, pero no me importa. También recordamos que en 2017 fue parte del Corona Capital; en aquella ocasión no pude verla, pero le mostré algunas fotografías que hay de su presentación y, mientras las veía, noté cómo movía sus caderas debajo de la mesa imitando su clásico baile.
Al salir de la cafetería, la acompañé a su vehículo en donde ya la esperaban varias personas de cuatro metros de altura y 250 kilogramos. O algo así. Se despidió amistosamente y subió a la camioneta.
Di la vuelta y entré a una librería. Me dirigí a la sección policiaca y tomé el único ejemplar que había de Los árboles. Sentía mucha curiosidad por saber cómo una horda de zombis podía colarse en una novela de detectives. Vaya imaginación del autor.
La parte buena de ser escritor es que puedes sacarte historias de la manga y convencer a la gente de que es real. Lo único que necesitas es una prosa con buen ritmo, uno que otro personaje que conecte con el lector y ahí lo tienes. La gente realmente creerá que hay un grupo de zombis aterrorizando el vecindario o que Dua Lipa me entrevistó.
¿Verdad?
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