top of page

Dua Lipa trajo lo mejor a México: Crónica de un concierto

Por Juan Carlos Ramírez



Dua Lipa, 5 de diciembre, CDMX. Estadio GNP
Dua Lipa, 5 de diciembre, CDMX. Estadio GNP

Tengo un problema para escribir una crónica-reseña del “penúltimo” concierto de Dua Lipa en México. Afortunadamente no se trata de un bloqueo creativo. Hoy en particular me siento bastante proactivo y dado que tengo el recuerdo fresco, hay varios momentos que podré relatar con singular precisión histórica.


Mi problema es que no puedo ser objetivo. Se sabe que cualquier texto, escrito por un humano o por el modelo más avanzado de ChatGPT, está cargado de subjetividad. Así es, la IA no es imparcial, si no me creen pregúntenle a DeepSeek qué opinión tiene sobre las políticas chinas y luego a Gemini


Pero no nos desviemos del tema, que ustedes no quieren leer nada sobre Modelos de Lenguaje, sino de cómo nuestra artista favorita nos voló la cabeza en el Estado GNP. Les contaba que no puedo ser objetivo al hablar de algo que me encanta. Cuando digo que me encanta no me refiero a Dua desde el punto de vista físico, que tampoco es asunto menor y todos lo sabemos, sino de que estuve en el concierto de quien posiblemente se ha convertido en mi artista favorita de la actualidad.


Recuerdo la última vez que estuve tan obsesionado con un grupo/artista. En 2004 acudí a un tianguis con mi padre y en uno de los puestos estaban mostrando el concierto de Radiohead en “Le Réservoir”. Quedé tan fascinado que en cuestión de días me aprendí el catálogo completo de la banda. Creo que esa fue la última vez. Coincidentemente, mientras escribo esta reseña, tengo un libro sobre ellos en mi escritorio. 


¿Dua Lipa es la mejor? No lo sé, posiblemente no, pero esta no es la crítica de un estudioso de la música, es la reseña de un fan que gozó desde el primer y hasta el último segundo del concierto. 


¿Lo ven? Ni un resquicio de objetividad. 


Como lo mencioné al inicio del texto, estuve presente en el “penúltimo” concierto que Dua ofreció en el país. Y digo penúltimo, porque aunque su gira “The Radical Optimism Tour” finalizó de manera oficial la noche del viernes 5 de diciembre, fecha en la estuve ahí, la cantante albanesa-británica ofreció un último show en Cancún, siete días después, el 12 de diciembre. Si no tenías conocimiento de esto, no te preocupes, no tienes nada de qué lamentarte, se trató de un concierto privado que formó parte de las “posadas” de Power Home Remodeling, una empresa que se dedica a la remodelación exterior de viviendas en Estados Unidos.


Por cierto, si quieres aplicar para un puesto laboral en dicha empresa puedes hacerlo aquí. Quizá el próximo año inviten a Paul McCartney.


(Tuve que levantarme un momento por un vaso de agua -o ron, como prefieran llamarlo- porque si hay algo que disfruto es escribir mientras bebo un poco de… agua).  




Uno de mis momentos favoritos de cualquier concierto son las horas previas, porque constituyen un rito, como el de tomar… agua. En su conocidísima y bellísima obra “El Principito”, Antoine de Saint-Exupéry lo ejemplifica perfecto, cuando el zorro le dice al pequeño príncipe: 


“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón... Los ritos son necesarios”

Aunque no soy el más grande fan del Estadio GNP (o Foro Sol) como recinto de conciertos, sí lo soy de su estacionamiento y su espacio para vendedores de mercancía alterna, que dicho sea de paso, muchas veces tiene mejor diseño que la oficial. Caminar entre la gente que está tan emocionada como uno, mientras comes algo o fisgoneas productos entre las decenas de puestos es una experiencia un tanto subestimada. A menudo cuando conversas con una persona que acudió al mismo concierto, la plática se centra en el acto del artista per se y poco -o nada- se habla de las horas previas al acto. Porque sí, el juego previo importa y mucho. 


Empecé a sentirme parte del concierto desde que vi los primeros puestos con playeras, tazas, ceniceros, vasos, chamarras, bolígrafos, pines y bolsas, todos con el rostro o con alguna otra ilustración alusiva a Dua Lipa. Prácticamente toda la mercancía “alterna” era bastante atractiva. Los diseños me parecieron muy bien hechos, aunque para este punto no sé si me gustaron porque de verdad estaban bien realizados o solo porque se trataba de ella.


Subjetividad por doquier. 



El personal de acceso verificó mi entrada y me pidió amablemente que tirara mi lata de New Mix que llevaba en la mano. Di un último gran sorbo para no desperdiciar nada y deposité la lata en un bote de basura. 



Vamos a por partes. El escenario es grande y promete mucho. Tengo la fortuna de estar en un lugar que considero muy bueno, pero estoy seguro que el montaje será disfrutable desde cualquier parte del recinto. Sí, seguro hay mejores vistas, pero a primera impresión, se nota el esfuerzo del equipo de Dua Lipa, para que todos los asistentes puedan disfrutar lo más posible del espectáculo. Créanme que se nota.


Alguien situado un par de metros a mi izquierda comenta en voz alta que hay un círculo en medio en donde estará Dua. Volteo a la dirección a la que apunta y aunque no logro ver el círculo como tal, parece que no está muy lejos de mi posición. Acudí a la última de las tres fechas y con toda conciencia decidí no leer absolutamente nada sobre sus presentaciones, para no contaminar mi experiencia. Si hay o no un escenario circular central, para este punto de la noche no lo sabía. Todo lo que sabía es que había donas, cervezas, sopas maruchan y que yo era el peor vestido de todos los ahí presente. Un aplauso para el sujeto que traía unas botas rojas, estilo Ted Mosby. Si me estás leyendo, amigo: TIENES TODO MI RESPETO.


A las 21:25 hrs ocurrió lo que considero es el cierre del juego previo. Ya saben, el último gran momento antes DEL ACTO. Y no, no es cuando el grupo/artista sale al escenario. Se trata del sublime instante cuando se apagan las luces. Debe ser uno de los trabajos más satisfactorios e incomprendidos del mundo. ¿Es un solo switch o varios? ¿Se requieren llaves especiales para apagar el interruptor, como si de ojivas nucleares se tratara? ¿Quién es el o los responsables de bajar la palanca? Quizá nunca lo sabremos. 


Ya está. No hay luces. Estamos a oscuras y aunque los gritos gobiernan el terreno, mi mente en realidad está en blanco. Los miles de ojos están enfocados en lo que ocurrirá en el escenario. Hay tres pantallas enormes frente a nosotros, que juntas podrían funcionar como una panorámica. 


Comienza una proyección de olas de mar majestuosas e hipnóticas. No exagero, de verdad que fueron hipnóticas. Las imágenes estuvieron acompañadas de sonidos mántricos que podrían ser usados para meditar profundamente. Estoy seguro de que por varios momentos todos dejamos de estar ahí y nos transportamos a un sitio muy personal. Fueron cerca de cinco minutos de trance colectivo. Dua no ha salido y ya estoy sacudido


El estadio aclama el asomo de varias sombras en el escenario. Los músicos y bailarines toman sus lugares. Un “beat” retumba en el suelo y en las gradas del foro. Las luces nos flashean. El mantra no cesa, pero se transforma. Otro beat y el humo comienza a salir al centro del escenario, en donde por cierto hay una plataforma montada, que ayuda a que el espectáculo sea visible desde todos los puntos. La euforia grupal crece y los gritos no esperan. El recinto entero sabe que estamos a unos cuantos segundos de comenzar. 


Llega el momento y Dua aparece elevándose en medio del humo. Justo al centro. Mis oídos reciben los gritos incontrolados de todos los que están cerca y de los que están más lejos también. Dua se toma un par de segundos para mirarnos. Se le nota feliz. Toma el micrófono y lo acerca a su boca. 


“Are you… someone that I can give my heart to?”


La guitarra de Alex Lanyon brilla más de lo habitual en “Training Season” y para nada es queja. El ingeniero de audio encargado de supervisar el sonido del concierto se lleva las palmas. Todo suena increíble. Soy consciente de que en un espacio abierto, el aire puede afectar severamente el sonido. Tengo la fortuna de no padecerlo. El arreglo en los primeros versos es sencillo pero certero. Particularmente soy muy fan de la guitarra en esta canción y las notas de Lanyon cumplen con creces. No ha pasado ni un minuto y ya hay fuegos artificiales. Si así está el comienzo, no puedo imaginar cómo irá avanzando. 


Termina la primera canción de la noche y la audiencia no podría estar más feliz. Tres segundos nos da de tregua e inmediatamente comienzan los acordes de “End of an era”, la canción que abre su último disco. Los primeros segundos me recuerdan un poco a “Love Comes Quickly” de Pet Shop Boys y entro en una habitación de la que ya no quiero salir. 


El trabajo coreográfico se cuece a la temperatura correcta. No hacen acrobacias absurdas para llamar la atención del público, sino que acompañan de manera cercana a Dua. No sé cuánto tiempo llevan los bailarines trabajando con ella, pero pareciera que se conocen desde hace años. Aquí nada ni nadie está de relleno. 


Las últimas notas de “End of an era” todavía reverberan en el foro, cuando comienza la fusión con “Break my heart”. ¿Dua tiene prisa? No, en absoluto, pero los ensambles están diseñados quirúrgicamente para trabajar de esa manera y que la energía se mantenga en lo alto. ¿Funciona? Totalmente. Tanto que ahora nos arrojan “One Kiss”, la colaboración con Calvin Harris y el suelo retumba. La canción cierra con un número protagonizado por sus bailarines, que da espacio de algunos segundos para que Dua haga su primer cambio de ropa. 


El autor de este texto es hombre y esto lo menciono porque usualmente un hombre no se daría cuenta de si hubo cambios en la vestimenta de otra persona, salvo que en esta ocasión fue lo primero que noté. Hay una silla blanca en medio del escenario y todos sabemos lo que significa, ¿verdad? 


Dua sale para la próxima canción ataviada con un liguero negro. Si la prenda no es un liguero, ruego me dispensen, mi coordinador de moda no estaba despierto para la hora en la que escribí la reseña y tuve que arriesgarme. Mientras canta “Whatcha Doing”, realiza movimientos por demás sensuales sobre la silla. Esta es la parte en la que hombres y mujeres por igual sonreímos torpemente, mientras rogamos que la canción dure 40 minutos más. Para este punto, cada peso pagado por el boleto ya fue desquitado. Dua podría retirarse y yo quedaría satisfecho. 


Dua Lipa bailando sobre una silla
Dua Lipa durante “Whatcha Doing”

Estamos en lo que yo denomino el “momento Sade” del concierto. Una zona donde el pop se vuelve elegante y peligrosamente sexy. El derroche de sensualidad va más allá de lo que puedo expresar en párrafos. Cómo no podría ser de otra manera, comienza “Levitating” y nuestra artista se nota más que cómoda en el escenario. Sonríe, canta, baila, se mueve y todo, absolutamente todo le sale bien. ¿Podría ser mejor? 


Sí, sí podría. 


Las luces del foro se encienden, Dua baja del escenario y camina hacia los fans que seguramente acamparon y lograron quedar en la primera fila. Platica con cuatro o cinco de ellos. Les habla en ESPAÑOL, se toma fotos, firma un vinyl de “Future Nostalgia” y hasta recibe una playera de la Selección Mexicana de Fútbol. ¿Esto es algo planeado y estudiado? Seguramente. Pero podría no hacerlo y no pasaría nada; sin embargo, lo hizo y estoy convencido de que los afortunados jamás lo olvidarán. 


Mientras esto ocurre, el resto de los músicos se posiciona en el círculo central, ese que se mencionaba entre voces y se preparan para la próxima canción “These Walls”. Dua sube al escenario y aprovecha que esta es la última fecha del tour para agradecer ampliamente a todo su equipo, no solo músicos, sino bailarines, ingenieros, coreógrafos, personal de seguridad, etcétera. El agradecimiento es sincero, se nota en el rostro de sus músicos. 


“Maybe we should switch careers. 'Cause baby, you know no one beats our poker faces…”


¿Saben qué es lo verosímil de todo? Que en cualquier punto del concierto, Dua pudo haber dicho “Gracias, México, los amos, hasta pronto” y creo que la mayoría nos habríamos dado por bien servidos. A ver, claro que faltaban muchas buenas canciones, pero la entrega era tal, que cualquier canción pudo haber sido utilizada como cierre. Saben a lo que me refiero, ¿verdad?


Dua Lipa y su banda interpretaron 64 covers a lo largo de su gira en más de 30 ciudades del mundo. Aquí en México ya había interpretado “Bésame mucho” de Consuelo Velázquez y “Oye, mi amor” de Maná, por lo que había serias expectativas sobre qué canción veríamos esta noche. Dua comienza explicando que eligió una canción de una artista que tenía doble nacionalidad (estadounidense y mexicana) porque se siente identificada con ella, ya que ella es albanesa y británica. Contrario a mis apuestas, la elegida fue “Amor prohibido” de Selena. La ejecución fue bastante buena y el público se prendió bastante. 



“Maria” es quizá mi canción menos favorita del álbum “Radical Optimism”, pero sus versiones en vivo me encantan, ya que entre otras variantes, estas inician con un fragmento de trompeta sublime. Tuvimos la suerte de presenciar dicha versión. No vi al trompetista, lo que me hace pensar que esta parte estaba pregrabada, pero no me importa. Lo disfruté.  Siguió una de mis favoritas: "Physical", con extenso intro que transformó el concierto en una clase grupal de aerobics.  Al finalizar nos entregó “Electricity”, “Hallucinate” e “Illusion”, una tras otra. Nuevamente el concierto pudo haber terminado aquí y todos habríamos estado contentos. Afortunadamente no fue así. 


ree


En las pantallas se proyectaron imágenes de caballos galopando. Tardé unos segundos en entender la relación, pero una vez que llega a tu mente, ya no se va. El galope ensambla a la perfección con la percusión de “Falling Forever”. No lo vi venir, la verdad, y quedé estupefacto. El resultado fue convincente y natural. Hagan la prueba, emulen con sus manos un galope y después reproduzcan la canción.


Continuó con “Happy for You”, una canción que se presume Dua escribió tras su ruptura con Anwar Hadid (hermano de Gigi y Bella) y después la mágica “Love Again”, que dio pie a uno de los mejores momentos del concierto.


Fue en esta parte, cuando Dua Lipa se colocó en el círculo central, que para mi sorpresa se elevó alrededor de cuatro metros y permaneció ahí varios minutos, durante los cuales cantó “Anything for Love”.


Quiero tomarme un momento para jurar por mi vida, con la mano sobre mi pecho y con Dios como testigo, que Dua Lipa me miró por dos segundos desde las alturas y me sonrió. 



La plataforma comienza a bajar y pasamos a “Be the One”, de su primer álbum. En las últimas notas, Dua corre detrás del escenario para hacer su último cambio de vestuario. Nosotros continuamos cantando los coros. 


Suenan los acordes de “New Rules”, una canción que no figuraba entre mis favoritas hasta hoy. 


“One: don't pick up the phone

You know he's only callin' 'cause he's drunk and alone

Two: don't let him in

You'll have to kick him out again

Three: don't be his friend

You know you're gonna wake up in his bed in the morning

And if you're under him, you ain't gettin' over him”


“Dance the Night”, “Don't Start Now” y “Houdini” cierran con broche de oro lo que fue una de las mejores noches de mi vida. Los fuegos artificiales, en cadena, iluminan el cielo y los ojos brillosos de los asistentes. Todos los rostros, sin excepción, están marcados por grandes sonrisas que Dua puso ahí. Más de 50 mil caras de felicidad desfilando hacia la salida, porque el humo de la pirotecnia comienza a bajar un poco y las luces ya están encendidas nuevamente. La caminata grupal fue musicalizada por “I Wanna Dance With Somebody” de Whitney Houston, que se reprodujo a través del sonido local. 



*Dua Lipa es una profesional, de eso no cabe la más mínima duda. ¿Se trata de un producto de la industria pop? La verdad lo dudo bastante. Claro que hay un equipo detrás de todo el éxito y su carrera está rodeada por personas que conocen el negocio, pero hay cosas que simplemente no se pueden fabricar. El talento, la personalidad, la visión, la confianza, la espontaneidad y las ganas de ser ella, porque a pesar de lo inalcanzable que un artista de este calibre sea, esa noche no solo vimos una actuación, también vimos una mujer gozar cada segundo arriba y abajo del escenario, disfrutando de su público y conectando con él. 


Toca esperar un buen tiempo para verla de nuevo. O quién sabe, tal vez la encontremos pronto bailando salsa en algún salón de la Ciudad de México


bottom of page